Soledad Gómez Novaro

Nació en Buenos Aires en 1970.

Estudió la carrera de Letras y se desempeña como docente. Participó en talleres y espectáculos de narración oral. Actualmente se dedica a explorar posibilidades creativas en la escritura.

Junto con otros autores, integró las antologías de poesía y narrativa: Y no ilumines los rincones (La Mariposa y la Iguana, 2015) y Tal vez debería yo hablar del fuego, sólo del fuego (La Mariposa y la Iguana, 2012).

Publicó Piezas Crudas, prosa poética con tintas de Perla Marulies (La Mariposa y la Iguana, 2014) y Dentelladas (La Mariposa y la Iguana, 2016).

Aquí Soledad en: "El infinito viajar", revista de arte y poesía



Dentelladas
 Dice, Paula Jiménez España:
Me resulta inevitable pensar en Piezas crudas, el libro anterior de Soledad Gómez Novaro, a la hora de referirme a Dentelladas. No porque necesite compararlos, son dos obras independientes e igualmente disfrutables, sino porque creo que hay una continuidad entre ambos, una ligazón. En aquél libro, lo crudo irrumpió con toda su fuerza, y con él, el escape del animal encerrado, el acecho de lo instintivo sobre el lenguaje, el gran domesticado. Aquél fue el gesto inicial, el de arranque, cuya fuerza reveló una identidad literaria que surgía con gran poder en la pluma de Soledad. Cierta desesperación tenía ese texto, propia de ese animal que de golpe salía a morder, a morir o a matar. A escribir. En Dentelladas, no se presiente esa desesperación, sino el tanteo de sus patas sobre la tierra firme, la exploración del cuerpo en la materia del lenguaje. El animal ya salió. Ahora se prueba moviéndose en un mundo que lo desorienta, donde cada cosa puede ser otra, una casa puede ser él, ella, que a su vez puede ser un arabesco, que a su vez podría ser viento, nada....

Aquí el texto completo:
http://edicioneslamariposaylaiguana.blogspot.com.ar/…/proxi…

[Fragmentos de Dentelladas]
“No seas.
No pronuncies las púas, los vidrios rotos, los baldíos, la empalizada, los pies descalzos.
No seas.
No cuentes la sarna y la lluvia, las costras, el pan duro.
No seas.
No digas en la fiesta el alambre crudo, o el borde, o el afuera y la ropa descosida.
No seas.
No grites los perros flacos, el agua sucia, los días helados.”
Paula Jiménez España y Soledad Gómez Novaro
*

"Yo fui casa sin jardín, por las espinas. Adentro dormían las leonas, siempre detrás de las rejas. Y yo me deshabitaba..."
*

"Yo fui casa-lejos, casa-jaula con leonas adentro..."
*

"Me era fácil esconder los arabescos y vagar por ahí, descalza, hasta el alambrado..."
*

"Si me iba algo se haría trizas y heridas y costras y llagas.Se haría trizas el mundo en la pared y los ojos-pájaro volando en el cielo de estuco y de cal...."


Piezas Crudas

Piezas Crudas
[Fragmentos]

«Se soltó», digo al cruzar la calle o en el ascensor, y me mira una mujer, y finjo, por absurdo que parezca, no haber sido yo quien dijo esa frase que, como el animal, se soltó.
*

Estoy incrustada en la tierra, el pasto me hace cosquillas en la frente y viene el animal. La tierra tibia me adormece, me sostiene y me deshace. Me hago tierra en la tierra. Y viene el animal, las patas blandas, calientes, las garras escondidas. Siente la tierra húmeda entre los dedos y mira los charcos luminosos en la noche. Los charcos que sostengo con las manos, con los brazos y la tierra que ahora soy. Se posa el animal y le siento el calor del vientre a través del pelo, a través del pasto. Se recuesta y gira, mueve las patas. Apoyado sobre el lomo se frota la nuca poderosa con las hojas. Su pelaje corto, negro me cepilla con infinitas agujas sedosas hasta que se distrae y se olvida de su juego para echarse sobre mí. Abandonados los labios también negros, lisos, lustrosos. El colmillo asoma en la boca tierna del animal dormido, pesado, incrustado ya sobre la tierra, con el pasto haciéndole cosquillas al testuz. Y lo sostiene, lo adormece, lo deshace la tierra, se hace tierra el animal, tierra que soy yo, que soy el animal.
*

Intensidad y delicadeza. Como quien traduce con una pluma finísima el grito de una bestia, así Soledad Gómez Novaro le da voz al animal. El animal, que en este texto funciona como una categoría zoológica en sí misma, como el habitante de un reino sin otro nombre que el que dan el hambre, la garra, la urgencia de libertad. Con sus cuatro patas, su pelaje sucio, los ojos brillantes, se desliza por las páginas de Piezas crudas y mata. Metáfora del instinto vital reprimido por la sofisticación intelectual, la criatura inventada por Gómez Novaro es su manera de sacar afuera lo indomable, propio y reconocible. «El colmillo asoma en la boca tierna del animal dormido (…). Y lo sostiene, lo adormece, lo deshace la tierra, se hace tierra el animal, tierra que soy yo, que soy el animal», dice la autora. Pero no es inocente y se erige también en la guardiana que vela por su encierro y la que lo deja ir: «Se soltó», digo al cruzar la calle o en el ascensor, y me mira una mujer, y finjo, por absurdo que parezca, no haber sido yo quien dijo esa frase que, como el animal, se soltó». Palabra animal, entonces, la poesía. Literatura capaz de destejer la trama defensiva del lenguaje correcto que ata y encadena. Garra que raja el cuero de la estructura y la convención. Pero literatura al fin, está obligada a pedir socorro a esa herramienta de domesticación del espíritu que es la palabra. Contradicción, dicción  de dos cosas al mismo tiempo, que es la base de este maravilloso texto que encontró en las tintas de Perla Margulies su compañía perfecta. Esas criaturas blanquinegras, insinuadas y bestiales, que Margulies plasma sobre  fondos  de una escritura cursiva indescifrable, parecen sintetizar el espíritu crudo de estas piezas breves y concentradas, con lo que tienen de bello y lo que tienen de terribles. 

Paula Jiménez España
Buenos Aires, octubre de 2013

Destellos del alma animal
[sobre las tintas de Perla Margulies]

La escucha del canto, la irrupción de una voz autónoma y certera que se expresa desde lo ignoto sería, para Joseph Campbell, la primera señal del don chamánico. Por medio de ella, un animal traduce su presencia y toma forma humana para derramarse a través de la melodía. 
La belleza visual de este pequeño volumen nos incita a añadir al poder de los artistas en su función chamánica, el don del dibujo. Valiéndose de éste, a través del manejo de tintas, plumas y pinceles, Perla Margulies recrea el poder de la bestia con visiones sutiles y viscerales, yendo al encuentro de lo que James Hillman revela como nuestra «alma animal». Mediante imágenes que desnudan erizamientos y delicias; trazando líneas y texturas hipnóticas, sugiere tormentos e imbricaciones que completan las palabras, sin subordinárseles en lo absoluto. 
Como creadora, nos invita a acompañarla en la inquietante búsqueda del resabio inconsciente de lo crudo, supuestamente enterrado en el cemento de nuestra pesada urbanidad o hundido en la ciénaga de sus formalidades inútiles.
Cecilia Casamajor
Buenos Aires, noviembre de 2013


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