Fernando Pessoa. Biografía y poemas










Fernando Pessoa






Nace en Lisboa el 13 de junio de 1888. A los cinco años muere su padre. La madre vuelve a casarse trasladándose a Durban, Sudáfrica.  Poeta bilingüe, de educación inglesa, la influencia sajona será constante en su pensamiento y su obra. En 1905, cuando está a punto de ingresar a la Universidad del Cabo, regresa a Portugal. En 1907 abandona la facultad de letras de Lisboa e instala una tipográfica que fracasa. Empieza a trabajar como corresponsal extranjero, redactor de cartas comerciales en inglés y francés, trabajo discreto que sostendrá durante toda su vida y en el que ocupa el menor tiempo posible. Todo su interés estará centrado en su escritura y en el desarrollo de sus heterónimos. No vuelve a salir de Lisboa. Allí muere el 30 de noviembre de 1935, a los 47 años de edad.
Álvaro de Campos dirá de su poesía: «Fijar un estado de alma, aunque no lo sea, en versos que lo traduzcan impersonalmente; describir las emociones que no se sintieron con la misma emoción con que se sintieron: tal es el privilegio de quienes son poetas porque, si no lo fuesen, nadie les creería.
Hay poetas que hacen esto concientemente, como Fernando Pessoa. Hay poetas que lo hacen inconcientemente, como Fernando Pessoa.
Soy demasiado amigo de Fernando Pessoa para hablar bien de él sin sentirme mal: la verdad es una de las peores hipocresías a que obliga la amistad. Si el lector juzga injustas las palabras precedentes, suponga que escribí las que juzga justas. Lo que estuviere bien, estará bien sin ninguno de nosotros.
Por lo demás, el único prefacio de una obra es el cerebro de quien la lee.»


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Autopsicografía


El poeta es un fingidor
finge tan completamente
que llega a fingir que es dolor
el dolor que de veras siente.

Y quienes leen lo que escribe
en el dolor leído sienten
 no los dos dolores que tuvo
sino sólo el que no ha tenido

Así en las acequias la rueda
gira para entretener la razón,
ese tren de juguete
que se llama corazón.



Lluvia oblicua


I
Atraviesa este paisaje mi sueño de un puerto infinito
el color de las flores es transparente en las velas de los grandes navíos
que parten del muelle arrastrando en las aguas por sombra
los bultos al sol de aquellos árboles antiguos…

El puerto que sueño es sombrío y pálido
y este paisaje está lleno de sol de este lado…
Pero en mi espíritu el sol de este día es puerto sombrío
y los navíos que salen del puerto son estos árboles al sol…
Doblemente libre, me abandoné paisaje abajo…
El bulto del muelle es el camino nítido y calmo
que se levanta y yergue como un muro,
y los navíos pasan adentro del tronco de los árboles
con una horizontalidad vertical,
y dejan caer las amarras al agua por las hojas, una a una, dentro…

No sé quién me sueño…
De repente, toda el agua del mar del puerto es transparente
y veo al fondo, como una estampa enorme que allí estuviese desplegada,
este paisaje todo, desnivel de árboles, camino por arder en aquel puerto,
y la sombra de un barco más antiguo que el puerto que pasa
entre mi sueño del puerto y mi ver este paisaje
y llega a mis pies, y entra a través mío,
y pasa para el otro lado de mi alma…

II
Se ilumina la iglesia por dentro con la lluvia de este día,
cada vela que se enciende es más lluvia golpeando en los vidrios…
Me alegra escuchar la lluvia porque es el templo encendido,
y los vidrios de la iglesia vistos de afuera son el sonido de la lluvia escuchado por dentro…
El esplendor del altar mayor es mi casi no poder ver los montes
a través de la lluvia que es oro tan solemne en el mantel del altar…
Suena el canto del coro, latino y viento sacudiendo los vidrios
y se siente rechinar el agua en el hecho de haber un coro…
La misa es un automóvil que pasa
a través de los fieles que se enajenan en ser hoy un día triste…
De pronto el viento sacude en esplendor mayor
la fiesta de la catedral y el ruido de la lluvia absorbe todo
hasta que sólo se escucha la voz del padre agua perderse a lo lejos
como el sonido de las ruedas de un automóvil…
y se apagan las luces de la iglesia
en la lluvia que para…

III
La Gran Esfinge de Egipto sueña dentro de este papel…
Escribo, y se me aparece a través de mi mano transparente
y a los costados del papel se levantan las pirámides…
Escribo, me perturba ver que la punta de mi pena
es el perfil del rey Keops…
De repente, paro…
Todo se oscureció… Caigo por un abismo hecho de tiempo…
Estoy enterrado bajo las pirámides para escribir versos junto a la clara luz de esta lámpara
y todo Egipto me aplasta desde lo alto a través de los trazos que hago con pena…
Escucho a la Esfinge reír por dentro
el sonido de mi pena corriendo por el papel…
Atraviesa y no puedo verle una mano enorme
que barre todo a un lado del techo que queda atrás mío,
y sobre el papel donde escribo, entre él y la pena que escribe
yace el cadáver del rey Keops, mirándome con los ojos muy abiertos,
y entre nuestras miradas que se cruzan corre el Nilo
y una alegría de barcos con banderas vaga
en una diagonal difusa
entre lo que pienso y yo…
¡Funerales del rey Keops en oro viejo y Yo!...

IV
¡Qué panderetas el silencio de este cuarto!...
Las paredes están en Andalucía…
Hay danzas sensuales en el brillo fijo de la luz…
De repente todo el espacio se detiene…
se detiene, se desliza, se desenvuelve…,
y a un lado del techo, mucho más lejos de lo que él está,
abren manos blancas ventanas secretas
y hay ramos de violetas cayendo
por haber una noche de primavera afuera
sobre mi estar de ojos cerrados…

V
Allá afuera va un remolino de sol los caballos del carroussel…
Árboles, piedras, montes, bailan parados dentro de mí…
Noche absoluta en la feria iluminada, luz de luna en el día de sol allá afuera,
Y todas las luces de la feria hacen ruido en los muros del patio…
Ramilletes de muchachas con cántaros en la cabeza
que pasan allá afuera, plenas de estar bajo el sol,
se cruzan con grandes grupos de gente amontonada que anda por la feria,
gente toda mezclada con las luces de las barracas con la noche y la luz de la luna,
los dos grupos se encuentran y penetran
hasta formar uno solo que es los dos…
La feria y las luces de la feria y la gente que anda por la feria,
y la noche que cae sobre la feria y la levanta en el aire,
andan por arriba de las copas de los árboles llenas de sol,
andan visiblemente por debajo de los peñascos que brillan al sol…
Aparecen en otro lado los cántaros que las muchachas llevan en las cabezas,
y todo este paisaje de Primavera es la luna sobre la feria,
toda la feria con sus ruidos y luces es el suelo de este día de sol...
De repente alguien sacude esta hora doble como una criba
y, mezclado, al pie de las dos realidades caí
sobre mis manos llenas de dibujos de puertos
con grandes barcos que se van y no piensan en volver…
Polvo de oro blanco y negro en mis dedos…
Mis manos son los pasos de esa muchacha que abandona la feria,
sola y contenta como el día de hoy…


VI
El maestro sacude la batuta,
y la música rompe lánguida y triste…
Me recuerda mi infancia, aquél día
en que jugaba a los pies del muro del patio
arrojándole una pelota que tenía de un lado
el deslizarse de un perro verde y, del otro lado,
un caballo azul que corría con un jockey amarillo…
Prosigue la música, ahí está mi infancia
de repente, entre el maestro y yo, pared blanca,
la pelota va y viene, ahora un perro verde,
ahora un caballo azul con un jockey amarillo…
Todo el teatro es mi patio, mi infancia
está en todas partes, y la pelota viene a tocar música,
una música triste y vaga que pasea por mi patio
vestida de perro verde volviéndose jockey amarillo…
(Tan rápido gira la pelota entre los músicos y yo…)
La tiro de nuevo a mi infancia y ella
atraviesa todo el teatro que está a mis pies
saltando como un jockey amarillo y un perro verde
y un caballo azul que aparece por arriba del muro
de mi patio… Y la música arroja con pelotas
a mi infancia… Y la pared del patio está hecha de gestos
de batuta y rotaciones confusas de perros verdes
y caballos azules y jockeys amarillos..,
todo el teatro es un muro blanco de música
por donde un perro verde corre tras mi añoranza
de mi infancia, caballo azul con un jockey amarillo…
De un lado a otro, de izquierda a derecha,
donde hay árboles y entre las ramas a los pies de las copas
con orquestas tocando música,
hacia donde hay hileras de pelotas en la tienda donde la compré
y los hombres de la tienda sonríen entre mis recuerdos de infancia…
La música cesa como un muro que se desmorona,
la pelota rueda por el despeñadero de mi sueños interrumpidos,
y de lo alto de un caballo azul, el maestro, jockey amarillo volviéndose negro,
agradece, pausando la batuta por arriba de la fuga de un muro,
y se inclina sonriendo, con una pelota blanca arriba de la cabeza,
pelota blanca que le desaparece por debajo de las costillas…

Alexandre Search. Biografía y poemas

Alexandre Search



Nace en Lisboa el 13 de junio de 1888 —misma fecha del nacimiento de F. Pessoa—, de orígenes ingleses, es autor de El regicidio portugués y la situación política en Portugal —«proyecto patriótico para provocar la revolución»—; La filosofía del racionalismo; El desorden mental de Jesús; Delirio; Agonía y numerosos poemas escritos en inglés. Gusta de utilizar arcaísmos en su escritura.
Tiene una personalidad frágil y enfermiza. «Una de mis dificultades mentales —más horrible de lo que las palabras puedan expresar—, es el miedo a la locura que es en sí mismo, locura»
Es uno de los primeros heterónimos, anterior a Alberto Caeiro, creado mientras Pessoa era estudiante en Durban y que lo acompañará en su vuelta a Lisboa.



Flashes de Locura

I
Tu mano con sus dedos delicados
¡Y los pesados anillos en ellos!
¡Cómo se demora mi alma 
cada dedo con una pesada joya,
cada anillo como una pequeña diadema!

Cuando tú y yo estamos solos
Un único deseo arde en mi alma —
Al sostener tu mano en la mía
Toda la noche, mientras el pájaro nocturno canta,
quitarte y reemplazar tus anillos.

II
Cuando me ves demorarme horas
sosteniendo con mirada afiebrada
tu boca o diente o tu mano,
y notas como mi alma devora
en un desvelo como un trance
las cosas más simples que hay

Y preguntas qué veo en ellas
que en cada una mi espíritu escarba
como si guardaran un misterio,
equivocas tus conjeturas,
porque lo que siempre me obsesiona
no son las cosas en su naturaleza agotada
sino el estar ahí de las cosas.

III
Los ojos son cosas extrañas.
dar sentido en ellos es vida,
la vida en ellos tiene alas.

Mírame entonces. Tu mirada es rara y loca.
Tus ojos muestran, profundos y salvajes, un conflicto interno.
¡Cuánto más son que el justo Horror!

IV
(a)
Cuando hablaste y aún ahora sentí
un loco y extraño terror.
Concíbelo. Podría haberme arrodillado
Frente a tus labios, sus curvas, sus cambios.
tus labios curvos que hablan
y sus dientes apenas entrevistos
fueron en la vigilia la queja de mis desvaríos.
Sentí que mi razón era sobrepasada.

Un fetichismo supersensual
asedia mi cerebro en un hondo desvarío.
Más grande de lo que nunca haya crecido, el abismo
entre razón y sentimientos se ahonda
cortado por la piqueta del dolor.

Más de lo que muestran todas las cosas contienen.

(b)
Algo que no es de este mundo yace
en tu sonrisa, en la curva viva de tus labios;
una figura, una forma que no se por qué
despierta en mí —sin un suspiro
pero con un terror que no puedo rechazar
con un terror salvaje y mudo—
¿Serán recuerdos, serán
deseos tan vagos a medio conocer que rondan
y ni en pensamiento ni en sentimiento se afirman?

Mi mente más enloquece y más entra
en cada cosa para atrapar y encontrar
significados, semejanzas definidas
no por una forma que el pensamiento pueda tocar.

No sonrías. ¡No puedes comprender!
¿Qué es esto? ¿Qué verdad duerme
en estos desvaríos sin fin
y más allá de una noción profunda?
No te rías. ¿Acaso sabes lo que es la locura?
No te asombres. Todo es misterio.
No preguntes. ¿Quién podría responder?
Llora por mí, niña, pero no me ames
que tengo dentro tanto que está por sobre mí,
demasiado que no puedo llamarme «Yo».
Llora por la ruina de mi mente
llora mucho, niña, que tan profundas cosas deberían impulsarme
a perder la claridad que podría probarme
alguna cosa que valga del ser humano.



V
Mi niña, he visto tus ojos sobre
una sombra, como lanzados por las alas
cuando pasa un rápido pájaro cerca
de la ventana del castillo antes que el sol:
así a través de tu mirada las sombras vuelan…

El alma de las cosas muertas e idas
cazan las apariencias de las cosas vivas.


Epigrama

«Amo mis sueños», dije, una mañana de invierno
al hombre práctico, y él, con desprecio,
respondió: «No soy esclavo del Ideal,
pero, como todo hombre con sentido común, amo lo Real».
Pobre tonto, ¡equivocar todo lo que es con las apariencias!
Amo lo Real cuando amo mis sueños.




El juego

Vamos, inventemos algún juego, pequeño,
mientras el mundo está lejos.
¿Cuál debería ser, dime, nuestro juguete inofensivo?
¿A qué deberíamos jugar?
¿Deberíamos jugar —¿deberíamos?—, a ser más grandes?
No, no a ser grandes.
¿Deberíamos creer que somos el Destino
y crear vidas con arena?
No, pequeño, jugaremos a que somos
felices y que somos alegres
finjamos ser sueños, muy lejos
del mundo en el cual jugamos.

Ricardo Reis. Biografía y poemas

Ricardo Reis






Nace en 1887, en Porto, no se sabe el año de su muerte, por eso se dice que es el heterónimo que sobrevive a Pessoa.
Médico de profesión y de ideología monárquica, se autoexilia en Brasil como protesta por la declaración de la República de Portugal.
Físicamente de baja estatura y tez morena. Fue educado por los jesuitas y cultivó un estilo clásico. Fue discípulo de Caeiro y autor de Odas.
Creía que todo poeta que se precie de tal debía imitar a Homero, de ahí los encabalgamientos, los abundantes hipérbaton, los tópicos literarios del Carpe Diem y Tempos Fugit, etc. Decía que «El arte es la organización ideal de la materia...» y, en discusión con Álvaro de Campos: «El arte existe, no como quiere Campos, para subsistir en la vida, sino para completarla. Todo en la vida, excepto el deseo del hombre, es irracional e imperfecto, en el arte el hombre proyecta su deseo y la voluntad de perfección que hay en él. Por eso la obra de arte debe, conservando la forma de la vida, sustituir a la materia…»

La abeja

La abeja que, volando, zumba sobre 
la colorida flor, y se posa, casi 
sin diferenciarse 
para la vista que no mira, 

no cambió desde Cecrops. Sólo quien vive 
una vida con ser que se conoce 
envejece, distinto 
de la especie con que vive. 

Ella es la misma que otra que no es ella. 
Sólo nosotros —¡oh tiempo, alma, vida, muerte!—, 
mortalmente compramos 
tener más vida que la vida.


Lidia, ignoramos. Somos extranjeros


Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
donde quiera que estemos.

Lidia, ignoramos. Somos extranjeros
donde quiera que moremos. Todo es ajeno
nada habla nuestra lengua.
Hagamos de nosotros mismos el retiro
donde escondernos tímidos frente al insulto 
del tumulto del mundo.
¿Qué quiere el amor más que no ser de los otros?
Como un secreto dicho en los misterios,
sea sagrado por nuestro.



De nuestra semejanza


De nuestra semejanza con los dioses 
por nuestro bien librémonos. 
Nos creemos deidades exiliadas 
y en posesión de la Vida 
por una autoridad primitiva 
y contemporánea de Jupiter. 

Altivos dueños de nosotros mismos, 
usemos la existencia 
como la casa que los dioses nos conceden 
para olvidar el estío. 

No de otra forma más preocupante
vale el esfuerzo de que usemos 
la existencia indecisa y copiosa 
fatal del río oscuro. 

Como por encima de los dioses el Destino 
es calmo e inexorable, 
Arriba de nosotros mismos construyamos 
un hado voluntario 
que cuando nos oprima seamos nosotros
ese que nos oprime, 
y cuando nos adentremos en la noche 
por nuestro pie entremos.



Tan pronto pasa todo cuanto pasa


¡Tan pronto pasa todo cuanto pasa! 
¡Muere tan joven ante los dioses cuanto 
muere! ¡Todo es tan poco! 
Nada se sabe, todo se imagina. 
Circúndate de rosas, ama, bebe 
y calla. Lo demás es nada.

Álvaro de Campos. Biograía y poemas

Álvaro de Campos







Nace en Tavira el 15 de octubre de 1890. Fue ingeniero naval en Glasgow. De joven emprende un viaje a Oriente del que vuelve desilusionado y habiendo escrito Opiario. Al conocer a su maestro Caeiro, se queda a vivir, en inactividad, en Lisboa.
Físicamente era alto y flaco, de tez entre blanca y morena, tenía el aspecto del judío-portugués,  usaba el cabello liso al costado y monóculo.
Dicho heterónimo es homosexual y es el único que tendrá una evolución en su escritura. De la estética decadentista y simbolista de los comienzos, se acercará a la estética del futurismo, definiéndose como «sensacionista».  El sensacionismo afirma que la sensación es la única realidad: «El poeta superior dice lo que efectivamente siente. El poeta medio dice lo que decide sentir. El poeta inferior dice lo que cree sentir. Nada de esto tiene que ver con la sinceridad. En primer lugar, nadie sabe lo que verdaderamente siente [...]
Cuando un poeta inferior siente, siente por cuaderno de encargos. Puede ser sincero en la emoción: ¿qué importa si no lo es en la poesía? Hay poetas que arremeten hacia el verso con lo que sienten; nunca verifican que no lo sintieron. Llora Camôes la pérdida de su alma gentil y, al final, quien llora es Petrarca. Si Camaôes hubiese tenido una emoción sinceramente suya, habría encontrado una forma nueva, palabras nuevas: todo menos el soneto y el verso de diez sílabas...»

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Tabaquería


No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
de mi cuarto de uno de los millones del mundo que nadie sabe de quién es
(Y si supieran de quién es, ¿qué sabrían?),
dan al misterio de una calle cruzada constantemente por gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
con el misterio de las cosas debajo de las piedras y de los seres,
con la muerte poniendo humedad en las paredes y pelos blancos en los hombres,
con el Destino conduciendo la carroza de todo por el camino de nada.

Hoy estoy vencido, como si supiera la verdad.
Hoy estoy lúcido, como si estuviera a punto de morir,
y no tuviera más hermandad con las cosas
que una despedida, volviéndose esta casa y este lado de la calle
la hilera de vagones de un tren y el silbato de una partida
dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un crujir de huesos en la ida.

Hoy estoy perplejo, como quien pensó y creyó y olvidó.
Hoy estoy dividido entre la lealtad que debo
a la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fallé en todo.
Como no tuve propósito alguno, tal vez todo fuera nada.
La enseñanza que me dieron,
la tiré por la ventana de los fondos de la casa.
Fui hasta el campo con grandes propósitos.
Pero sólo encontré pastos y árboles,
y cuando había gente era igual a la otra.
Salgo de la ventana, me siento en una silla. ¿En qué habré de pensar?

¿Qué se yo lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso tanta cosa!
¡Hay tantos que piensan en ser lo mismo que no puede haber tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se conciben en sueño genios como yo,
y la historia no anotará, ¿quién sabe?, ni uno,
no habrá sino estiércol de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos de remate con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna certeza, ¿soy más cierto o menos cierto?
No, ni en mí...
¿En cuántas buhardillas y no-buhardillas del mundo
hay en este momento genios-para-sí-mismos soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas,
y quién sabe si realizables,
nunca verán la luz del sol real ni hallarán quien escuche?
El mundo es para quien nace para conquistarlo
y no para quien sueña que puede conquistarlo, aunque tenga razón.
He soñado más cosas que las realizadas por Napoleón.
He apretado en el pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he creado filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso;
seré siempre sólo el que tenía cualidades;
seré siempre el que esperó que le abriesen la puerta al pie de
una pared sin puerta,
y cantó la canción del Infinito en un gallinero,
y oyó la voz de Dios en un pozo tapado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Que derrame la Naturaleza sobre mi cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que me encuentra el pelo,
y el resto que venga si viene, o tenga que venir, o no venga.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
conquistamos todo el mundo antes de levantarnos de la cama;
pero despertamos y es opaco,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y es la tierra entera,
más el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(Come chocolates, pequeña;
¡Come chocolates!
Mira que no hay más metafísica en el mundo que los chocolates.
Mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, pequeña sucia, come!
¡Pudiera yo comer chocolates con la misma verdad con que comes!
Pero yo pienso y, al tirar el papel de plata, que es de hoja de estaño,
tiro todo por el suelo, como he tirado la vida.)

Pero al menos resta de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía rápida de estos versos,
pórtico partido al Imposible.
Pero al menos me consagro a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos en el gesto largo con el que tiro
la ropa sucia que soy, en rol, para el transcurso de las cosas,
y me quedo en casa sin camisa.

(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como estatua que fuese viva,
o patricia romana, imposiblemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y colorida,
o marquesa del siglo dieciocho, escotada y lejana,
o cocot célebre del tiempo de nuestros padres,
o no sé qué moderno —no concibo bien qué—
todo eso, sea lo que fuere que seas, si puede inspirar, ¡que inspire!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus, me invoco
a mí mismo y no encuentro nada.
Llego a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, veo los paseos, veo los autos que pasan,
veo los entes vivos vestidos que se cruzan,
veo los perros que también existen,
y todo esto me pesa como una condena al exilio,
y todo esto es extranjero, como todo.)

Viví, estudié, amé y hasta creí,
y hoy no hay mendigo que no envidie solo por no ser yo.
Miro a cada uno de los andrajos y las llagas y la mentira,
y pienso: tal vez nunca vivieras ni estudiaras ni amaras ni creyeras
(porque es posible hacer realmente todo eso sin hacer nada de eso)
tal vez hayas existido apenas, como un lagarto al que cortan la cola
y que es cola para aquello del lagarto que se agita.

Hice de mí lo que no supe
y lo que podía hacer de mí no lo hice.
El disfraz que vestí era equivocado.
me conocieron después por quien no era y no desmentí, y me perdí.
Cuando me quise sacar la máscara,
estaba pegada a la cara.
Cuando la saqué y me vi al espejo,
ya había envejecido.
Estaba ebrio, ya no sabía vestir el disfraz que no había tirado.
Dejé afuera la máscara y dormí en el bestiario
como un perro tolerado por la gerencia
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para probar que soy sublime.

Esencia musical de mis versos inútiles,
quién me diera encontrarme como cosa que yo hiciera,
Y no me quedase siempre delante de la Tabaquería de enfrente,
pisoteando la consciencia de estar existiendo,
como una alfombra con la que un borracho tropieza
o un felpudo que robaron los gitanos y no valía nada.

Pero el Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta y se quedó en la puerta.
Lo miro con la incomodidad de la cabeza mal volteada
y con la incomodidad del alma mal-entendiendo.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará la pizarra, yo dejaré los versos.
A cierta altura morirá la pizarra también, también los versos.
Después de cierta altura morirá la calle donde estuvo la pizarra,
y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá después el planeta girante en que todo esto se dio.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa como gente
continuará haciendo cosas como versos y viviendo abajo de cosas como pizarras,

Siempre una cosa frente a la otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
Siempre el imposible tan estúpido como lo real,
siempre el misterio del fondo tan cierto como el sueño de misterio de la superficie,
siempre esto o siempre otra cosa o ni una cosa ni otra.
Pero un hombre entró en la Tabaquería (¿para comprar tabaco?)
y la realidad plausible cae de repente encima mío.
Me semi-incorporo enérgico, convencido, humano,
y voy a intentar escribir estos versos en que digo lo contrario.

Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como una ruta propia,
y gozo, en un momento sensitivo y competente,
la liberación de todas las especulaciones
y la consciencia de que la metafísica es una consecuencia de estar indispuesto.

Después me recuesto en la silla
y continúo fumando.
Mientras el Destino me lo conceda, continuaré fumando.

(Si yo me casara con la hija de mi lavandera
tal vez fuera feliz.)
Visto eso, me levanto de la silla. Voy a la ventana.
El hombre salió de la Tabaquería (¿metiendo cambio en el bolsillo de los pantalones?)
Ah, lo conozco, es Estévez sin metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería llegó a la puerta.)
Como por un instinto divino Estévez se dio vuelta y me vio.
Me hizo señas de adiós, le grité ¡Adios, oh Estévez! y el universo
se me reconstruyó sin ideal ni esperanza y el Dueño de la Tabaquería sonrió.


Lisboa revisited (1923)



No: No quiero nada.
Ya dije que no quiero nada.

¡No me vengan con conclusiones!
La única conclusión es morir.

¡No me traigan estéticas!
¡No me hablen de moral!
¡Sáquenme de aquí la metafísica!
¡No me pregonen de sistemas completos, no me enumeren las conquistas
de las ciencias (¡de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!) —
de las ciencias, de las artes, de la civilización moderna!

¿Qué mal le hice yo a todos los dioses?

¡Si tienen la verdad, guárdensela!

Soy un técnico, pero tengo técnica sólo dentro de la técnica.
Fuera de eso estoy loco, con todo el derecho a estarlo.
Con todo el derecho a estarlo, ¿oyeron?

¡No me cansen, por el amor de Dios!

¿Me querían casado, fútil, cotidiano y tributable?
¿Me querían lo contrario de esto o lo contrario de cualquier cosa?
Si yo fuese otra persona haría a todos su voluntad.
Así, como soy, ¡tengan paciencia!
¡Váyanse al diablo sin mí
o déjenme ir solo al diablo!
¿Para qué tenemos que ir juntos?

¡No me agarren del brazo!
No me gusta que me agarren del brazo. Quiero estar solo.
¡Ya dije que soy solitario!
Ah, qué cansador que quieran que tenga compañía!

¡Oh cielo azul — el mismo de mi infancia —
Eterna verdad vacía y perfecta!
¡Ah Tajo apacible, ancestral y mudo,
Pequeña verdad donde el cielo se refleja!
¡Oh dolor revisitado, Lisboa de antaño, anterior a hoy!
Nada me das, nada me quitas, nada eres que yo me sienta.

¡Déjenme en paz! No tardo, que yo nunca tardo...
¡Y mientras tarda el Abismo y el Silencio, quiero estar solo!


Apunte


Mi alma se partió como un jarrón vacío.
Cayó por la escalera excesivamente abajo.
Cayó de las manos de la criada descuidada.
Cayó en más pedazos de loza de los que había en el jarrón.

¿Estupidez? ¿Imposible? ¡Qué se yo!
Tengo más sensaciones de las que tenía cuando me sentía yo.
Soy una dispersión de fragmentos sobre un felpudo por sacudir.

Hice ruido en la caída como un jarrón que se partía.
Los dioses que hay se abalanzan al parapeto de la escalera.
Y miran los fragmentos que su criada hizo de mí.

No se enojen con ella.
Sean tolerantes con ella.
¿Qué era yo en un jarrón vacío?

Miran los fragmentos absurdamente conscientes,
aunque conscientes de sí , no conscientes de ellos.

Miran y sonríen.
Sonríen tolerantes a la criada involuntaria.

Extiende la gran escalera alfombrada de estrellas.
Un fragmento brilla, del lado externo lustroso, entre los astros.
¿Mi obra? ¿Mi alma principal? ¿Mi vida?
Un fragmento.
Y los dioses lo miran especialmente, pues no saben porqué quedó ahí.



Todas las cartas de amor son ridículas


Todas las cartas de amor son
ridículas.
No serían cartas de amos si no fuesen
ridículas.

Yo también escribí en mi tiempo cartas de amor,
como las otras,
ridículas.

Las cartas de amor, si hay amor,
tienen que ser
ridículas.

Pero al final
sólo las criaturas que nunca escribieron
cartas de amor
son las que son
ridículas.

Quién me volviera el tiempo en que escribía
sin darme cuenta
cartas de amor
ridículas.

La verdad es que hoy
mis recuerdos
de esas cartas de amor
son los que son
ridículos.

(Todas las palabras esdrújulas,
como los sentimientos esdrújulos,
son naturalmente
ridículos.)

Alberto Caeiro. Biografía y poemas

Alberto Caeiro





Nace en 1889 en Lisboa y muere de tuberculosis en 1915.
Físicamente de estatura mediana, cabello rubio albino y ojos azules. Fue el autor de: El cuidador de rebaños, El pastor amoroso y Poemas inconjuntos; reunidos por Ricardo Reis bajo el título de Ficciones de interludio.
Vivió casi toda su vida en el campo, en Ribatejo. No tuvo más educación que la primaria por eso «escribía mal el portugués». Poeta pagano que se nutre de la observación inmediata de la naturaleza, su estilo es sencillo, despojado.
Fueron sus discípulos Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Antonio Mora y hasta el mismo Pessoa quien se consideraba discípulo de su heterónimo.
En sus  Notas para recordar a A. Caeiro, Álvaro de Campos dirá: «Es muy curiosa la compleja simplicidad de Caeiro. Es también muy curiosa la evolución de su concepto de universo o, mejor, de la falta de universo. Siendo absolutamente un sensacionista, sus sensaciones son inteligentes, tienen raciocinio propio, tienen un poder crítico propio. Comenzando como una especie de Francisco de Asis sin fe, se fue arrastrando lentamente, arañándose en los obstáculos, a través de la confusión de lo que había aprendido, felizmente poco, hasta que apareció desnudo. Fue la culminación de El cuidador de rebaños…»

Los siguientes poemas están incluidos en la Antología poética publicada por La mariposa y la iguana, traducida por Letcia Hernando.

de El Cuidador de rebaños

V

Hay metafísica bastante en no pensar en nada. 
¿Qué pienso yo del mundo? 
¡Qué sé yo lo que pienso del mundo! 
Si me enfermara pensaría en eso. 
¿Qué idea tengo de las cosas? 
¿Qué opinión tengo sobre las causas y los efectos? 
¿Qué tengo meditado sobre Dios y el alma 
y sobre la creación del Mundo? 
No sé. Para mí pensar en eso es cerrar los ojos 
y no pensar. Es correr las cortinas 
de mi ventana (pero ella no tiene cortinas). 
¿El misterio de las cosas? ¡Qué sé yo qué es misterio! 
El único misterio es que haya alguien que piense en el misterio. 
Quien está al sol y cierra los ojos, 
comienza a no saber qué es el sol 
y a pensar muchas cosas llenas de calor. 
Pero abre los ojos y ve al sol, 
y ya no puede pensar en nada, 
porque la luz del sol vale más que los pensamientos 
de todos los filósofos y de todos los poetas. 
La luz del sol no sabe lo que hace 
y por eso no se equivoca y es común y buena. 
¿Metafísica? ¿Qué metafísica tienen aquellos árboles? 
La de ser verdes y frondosos y tener ramas 
y la de dar fruto en su momento, lo que no nos hace pensar, 
a nosotros, que no sabemos dar nada por ellos. 
¿Pero qué mejor metafísica que la suya, 
que es la de no saber para qué viven 
ni saber que no lo saben? 
«Constitución íntima de las cosas»... 
«Sentido íntimo del Universo»... 
Todo esto es falso, todo esto no quiere decir nada. 
Es increíble que se pueda pensar en cosas así. 
Es como pensar en razones y fines 
cuando el comienzo de la mañana está asomando y a los costados de los árboles 
un vago oro lustroso va perdiendo la oscuridad. 
Pensar en el sentido íntimo de las cosas 
es un agregado, como pensar en la salud 
o llevar un vaso de agua de las fuentes. 
El único sentido íntimo de las cosas 
es que ellas no tengan sentido íntimo alguno. 
No creo en Dios porque nunca lo vi. 
Si él quisiera que yo creyera en él, 
sin duda vendría a hablar conmigo 
y entraría por mi puerta 
diciéndome, ¡Aquí estoy! 
(Esto es tal vez ridículo a los oídos 
de quien, por no saber qué es mirar las cosas, 
no comprende a quien habla de ellas 
con un modo de hablar que a reparar en ellas enseña.) 
Pero si Dios es las flores y los árboles 
y los montes y sol y la luz de luna, 
entonces creo en él, 
entonces creo en él a toda hora, 
y mi vida es toda una oración y una misa, 
y una comunión con los ojos y por los oídos. 
Pero si Dios es los árboles y las flores 
y los montes y la luz de luna y el sol, 
¿Para qué llamarlo Dios? 
Lo llamo flores y árboles y montes y sol y luz de luna; 
porque si él se hizo, para que yo lo vea, 
sol y luz de luna y flores y árboles y montes, 
si él se me aparece como siendo árboles y montes 
y luz de luna y sol y flores, 
es que quiere que lo conozca 
como árboles y montes y flores y luz de luna y sol. 
Y por eso yo le obedezco, 
(¿Qué más sé yo de Dios que Dios de sí mismo?), 
le obedezco viviendo, espontáneamente, 
como quien abre los ojos y ve, 
y lo llamo luz de luna y sol y flores y árboles y montes, 
y lo amo sin pensar en él, 
y lo pienso viendo y oyendo, 
y ando con él a toda hora.  

de Poemas inconjuntos



Me dices: eres algo  más 
que una piedra o una planta. 
Me dices: Sientes, piensas y sabes 
que piensas y sientes. 
Entonces, ¿las piedras escriben versos? 
Entonces, ¿las plantas tienen ideas sobre el mundo? 

Sí: existe una diferencia. 
Pero no es la diferencia que encuentras; 
Porque el tener consciencia no me obliga a tener teorías sobre 
las cosas: 
Sólo me obliga a ser consciente. 

¿Si soy más que una piedra o una planta? No lo sé. 
Soy diferente. No sé que es más o menos. 

¿Tener consciencia es más que tener color? 
Puede ser y puede no ser. 
Apenas sé que es diferente. 
Nadie puede probar que es más que sólo diferente. 

Sé que la piedra es real y que la planta existe. 
Sé esto porque ellas existen. 
Sé esto porque mis sentidos me lo muestran. 
Sé que yo soy real también. 
Sé esto porque mis sentidos me lo muestran, 
Aunque con menos claridad con que me muestran la piedra y la planta. 
No sé más nada. 

Sí, escribo versos y la piedra no escribe versos. 

Sí, tengo ideas sobre el mundo y la planta ninguna. 
Pero es que las piedras no son poetas, son piedras; 
y las plantas solo son plantas y no pensadores. 
Tanto puedo decir que soy superior a ellas por esto, 
Como que soy inferior. 
Pero no digo eso: digo de la piedra, «es una piedra», 
Digo de la planta, «es una planta», 
Digo de mí, «soy yo». 
Y no digo nada más. ¿Qué más hay por decir?


*   *   *


Si el hombre fuera, como debería ser, 
No un animal enfermo, sino el más perfecto de los animales, 
Animal directo y no indirecto, 
Debería ser otra su forma de encontrarle sentido a las cosas, 
Otra y verdadera. 
Debería haber adquirido un sentido del «conjunto»; 
Un sentido como ver y oír del «total» de las cosas 
Y no, como tenemos, un pensamiento del «conjunto»; 
Y no, como tenemos, una idea, del «total» de las cosas. 
Y así -veríamos- no tendríamos noción del «conjunto» o del «total», 
Porque el sentido del «total» o del «conjunto» no viene de un total o de un conjunto
sino de la verdadera Naturaleza, tal vez ni todo ni partes.


Dos libros del poeta Gerardo Curiá



Presentación


"El damero de los sueños"
"Caldén"
de 
Gerardo David Curiá


sábado 16 de octubre,
 18 hs
en Influencias
Carlos Calvo 2913




El damero de los sueños de Gerardo Curiá


Si la ciudad sigue el orden férreo (asfixiante) de un damero, la vida, los sueños, los poemas se cuelan por los intersticios, rompen las junturas, deforman su geometría. Así brotan frágiles tallos entre las baldosas y las patas de los perros -y sobreviven-, o un hombre sueña "sobre el estómago de la noche", en algún parque, más allá del mapa que trazan las calles con su encrucijada de horarios e indiferencia.
Hay un gozo inefable en demorarse inmóvil a hilar con palabras esta intemperie donde "la fruta imposible/ se hace cuerpo"; ser testigo.
En la búsqueda, los desplazamientos. Pero no de huida, más bien de encuentro con lo poético como único espacio habitable. El iris se mueve con apenas un juego de luces y sombras por alimento y escribe con palabras que deberían hablar otro idioma, ser "hueso de rocío".
Del "asfalto a la pampa", una "mujer secretamente hermosa se peina" y la intemperie se despliega en formas efímeras que fascinan. En palabras de Gerardo Curiá: "lo que no se cansa de nacer/ mancha de abismos/ la piel de la belleza".
Leticia Hernando

El hombre navega


El hombre navega
el ecuador de la mañana
sentado en el banco verde
de una plaza.

Sus manos caen
sobre la tela áspera
del pantalón.

El damero de los sueños
Su cuerpo es un cuenco
de aire tibio
y hay nidos de sombras
en el gris oscuro
de su barba.

Y la luz se refleja
tan tenue en sus ojos
que el espacio se abre
y madura el silencio.
*

El significado de un durazno 


El fruto sólo puede madurar en el día justo,
y es tan frágil que
-con tan sólo rozarlo las sombras de la luna-
se deshace en la apariencia de la muerte;
sin embargo,
en las arrugas del carozo,
esconde la eternidad y la templanza.

Todo depende de la tierra y del tiempo.
La certeza del durazno es tan vasta
y tan lejana
que a veces asusta y no existe.
*

Nieve del estío


Una mujer ha terminado de bañarse.

Parada en el centro del vapor
se acaricia
suavemente la espalda
con una toalla blanca
y una gota de agua tibia
cae
 de sus cabellos.

Una mujer
secretamente hermosa
se peina el amor
como una novia.

Gerardo David Curiá
La vida late
     debajo de la nieve.
*

La piel de la belleza


En el luto del lenguaje
crujen objetos olvidados.

Una trinitaria
florecida
junto a una hamaca
y la humedad verdosa
de los ladrillos
de un tapial.

Lo que no se cansa de nacer
mancha de abismos

la piel de la belleza.

Caldén

Gerardo David Curiá


La Machi abre un cofre como un pozo en la tierra. La historia se derrama. Lo impredecible es el pasado.
Huitru. Sombra de vos. El poeta es una sed atravesada por la música de la tribu. Hilo de arena lo sostiene. Ceremonia de astros en el verso. Voz doliente en ausencia. Hechicera cautiva. Reparte las astillas donde el cutral se enciende. Desde el agua, sola, erosiona la piedra. Lame palabras hasta el hueso. De palabras el viento y el árbol que lo vence. El héroe. La palabra lo empuña como si fuera lanza.
La Machi acuna una cabeza que tiembla en la memoria y la Pampa se sacia de su pérdida. Voz guerrera. El lenguaje es el arco y el silencio la flecha.

Inés Manzano

Huitru
héroe derrotado que huye 
hasta ser el árbol
arena       viento        la otra Pampa
travesía sin margen  
  

Agua de la desolación 
caldén
padre del espinal


 En el fuego ajeno la madera del héroe
Huitru  Caldén


¿Y qué de la tierra de sus hijos?
Cenizas de un sur 
que ya ni fin  
ni vísperas



La otra Pampa 
          la misma Pampa
*

Zorro Cazador de Pumas

          Cofre de madera de Caldén
         
El héroe descansa en el héroe
*
Huitru 

El monte, tambor de potros
lagunas de sal

Hacia la noche su valentía

We mapu peñi

La distancia
tiempo en la piel desgarrada

¿Quién hostiga a Huitru?
La soledad sentada sobre las tolderías

Caiñe caiñe caiñe

En las cuentas del saqueo
dolor por la perdida huella

Por los ausentes
cruza la derrota
y no es la herida su aliento

We mapu peñi



¿Por qué los dioses eligen
la forma del árbol
para el descanso de los perseguidos?

Huitru

Bravo en la fuga hasta la sed
Negra de estrellas es la arena
Héroe es el desierto

Peñi  mapu  we

Desligar las ataduras
atarlo a la tierra
Salvarle la muerte

Guitu Wuta Chao

Música del viento para el que muere

Guitu Wuta Chao

Golpe seco 
cielo sin nubes
y el Dios 
es el verbo 
la voluntad

Peñi we mapu

Ramas en ajuar de espinas
intemperie
y en lo profundo
severas falanges 
hasta el agua

Guitu Wuta Chao

En el tronco los caminos del daño

Huitru Pampa
Huitru  Caldén




La tartamuda o el agenciamiento del desorden, de Nicolás Malusardi

 La tartamuda

o el agenciamiento del desorden

por Nicolás Malusardi


La tartamuda o el agenciamiento del desorden

Quisiera decir que la poesía es infinita, que se abisma en el lenguaje o que es un grito desafiante. O que la ausencia de lo estable o que la voz no sé qué del poeta... Pero cada vez que empiezo a escribir, La Tartamuda entra en la habitación y me empieza a putear. Me revolea cosas, patea otras y me grita como una hija de puta hasta hacer trizas mis ideas, con sus preguntas que no deja responder porque no para de hablar. Chirriante, ella es una ametralladora. El pezón convulsionado del mundo. Espejo del espejo, siempre termino amarrado a sus piernas, llorando, y ella me acaricia los rulos y me consuela, con mentiras en las que vuelvo a creer y así, lacrimógeno y enmoquecido, no dejo de p p pedirle pp p perdón…


Ariel Devincenzo, invierno de 2014 


La tartamuda 

o el agenciamiento del desorden




...vos sos un titán escondido
en el cuerpo de una bailarina
y vos sos  una bailarina 
atrapada en el cuerpo de un drogadicto...
*

Decentemente


ella se embaraza
en la ruta
con
ética del error
descompongo mi ego
un sistema nervioso / en silencio

La cámara flota
Severa
Se me mete en los ojos cada vez más turbios


A punto de estrolarnos/

Necesitamos
Erotismo y vértigo

La reactivación de la maquina psicohisteria /

Y
Viajo incongruente
Me reconstruyo en una especie de nausea barroca  /
Y te digito el espasmo  del / s / sonido sin querer

La  Puerta – cabeza
se desdibuja se invade /  a sí misma


Mientras en el fondo algunos
Vomitan la roña del tiempo
*

Y la existencia  nunca cierra  sus párpados?

La amour
Pienso  y  canto
Y atravieso  la ciudad cabalgando entre las psiquisis
A veces silbando   y   desmontando
Entre la multitud
pánico -
Bordeando  proyectos inútiles

 arrollarme y perder   el  seso y   rebalsar
Y patinando  en ella
 alguien me chifla – y me pierdo –
Y estoy  de  re   mate –
abajo
húmedo -

Pero observo en diagonal y descubro el tedio
el hueso  colectivo en mí.

Y grito -estoy sordo  sordo- entonces miro al cielo con rigor

esas lagartijas tienen  mensajes para mí –


Nicolás Malusardi


Nicolás Malusardi

Poeta y artista plástico. Publicó "La tartamuda o el agenciamiento del desorden" (ediciones la mariposa y la iguana, 2014).
contacto: nicolasmalusardi@gmail.com